miércoles, 24 de diciembre de 2008

3.

A finales de octubre el frío otoñal aún no había abrazado la ciudad.


El estudiante entró en la habitación, se deslió la toalla y se puso unos calzoncillos de licra negro. Descolgó de la percha unos pantalones vaqueros y una rebeca negra, y de uno de los cajones del armario sacó una camiseta. Al terminar de vestirse limpio sus gafas y cerró la ventana que daba a la rue des Gâtines.

De un portazo salió del piso y bajó las escaleras sin echar la llave. En el portal, junto a los buzones, se encontró a una anciana rechoncha, desataviada y desaseada que vaciaba en una bolsa de plástico azul los papeles del contenedor de reciclaje. Salió el joven diciendo —bon soir—, sin esperar la respuesta tardía de la vieja. Atravesó la puerta roja y cayó en la rue des Gâtines. Cruzó la calle disfrutando de la imagen: una hilera de coches parados, iluminada por las luces de frenos frente al semáforo rojo.


Bajó hasta la place Gambetta para coger el metro. En Père Lachaise cambió a la línea 2. Subió al tren y se sentó frente a una muchacha de exuberantes curvas. Su pelo de rizo natural parecía estar condenado de por vida a la gomina y a un repeinado moño en la coronilla. Su piel café moldeaba el contorno de un escotado y más que apetecible pecho, sus labios carnosos brillaban bajo la luz del blanco profundo de sus ojos. La chica incómoda por la mirada obscena del estudiante, se acariciaba las manos. Al llegar a Barbès-Rochechouart ésta se levantó cautivando, con su protuberante trasero, la atención del joven. Los deseos instintivos pisotearon cualquier ápice de razón: su lengua húmeda dibujando el placer desde su piel, negra y lisa, hasta los más intimos pliegues rosados.


De nuevo se puso en marcha el metro y el chico se preparó para bajar en la siguiente parada: Anvers.

Anvers era una de esas paradas en inglés, italiano o español. La magia del París de aquella zona se vendía en postales y souvenirs. Era difícil pasear por aquellas calles sin tener que sortear los miles de flashes de turistas, que pretendían llevarse a sus casas un trozo de la ciudad.

Subió las escaleras que daban al boulevard Rochechouart y encaró la calle que llevaba hasta el Sacré-Cœur. Caminó con la mirada en el suelo, absorto por alguna idea nueva. Al llegar a la rue Muller, sacó el teléfono móvil para mirar el código que tenía que teclear para acceder al edificio. Subió al tercero, saltando de dos en dos los escalones desnivelados, y llamó al timbre. Era curioso ver que en París los edificios se hacían viejos, y que una remodelación bastaba para hacerlos habitables. Parecía que ninguna constructora se planteara echarlos abajo para reconstruirlos desde el principio.

—¿Qué tal andáis chavales? —preguntó mientras se sacudía los pies en el recibidor.
—Pues aquí estamos... el cabrón de Adri ha llegado hace un rato y aún está en la ducha.
—¿Todavía?
—Quillo Pablo, ponle una cervecita mientras me visto, que ya he acabado de ducharme —gritó Adrián desde la ducha.

Se sentaron en un par de taburetes con las cervezas sobre la encimera de la cocina —tipo americana. La pieza, que servía tanto de salita-comedor como de habitación, tenía dos grandes ventanales que daban a la calle. La parte de la cocina estaba delimitada por la barra de madera junto a la que los chicos estaban sentados. Además, había una mesa con cuatro sillas y el sofá-cama en el que dormía Adrián.


Adrián entró en la habitación descalzo, con el torso descubierto, unos pantalones y la toalla liada a la cabeza.
—Lo siento, pero he estado en una reunión con el grupo de comunistas que os conté.
—¿Y qué tal ha ido? —preguntó el estudiante interesado.
—Pues muy bien, la mayoría son cuarentones pero aún tienen buenas ideas; aunque su principal objetivo en estos momentos sea captar a gente joven.
—Contigo lo han hecho bien, ¿no? —dijo Pablo.
—Hombre tampoco es que el Adri les vaya a servir de mucho, en junio se larga, y ya me dirás tú qué va a hacer desde España —dijo el estudiante.

Se deslió la toalla de la cabeza dejando al descubierto la melena mojada. Volvió a la ducha a por un cepillo y el secador, y se sentó junto a una de las ventanas. Enchufó el secador y comenzó el delicado ritual de secado y desenredado.

—Chavales, vaya negrita que me he encontrado en el metro —dijo el estudiante— era toda carne y fertilidad. Me senté frente a ella, y os lo juro, no podía quitar la vista de sus pechos, increíbles. Un descaro...
Comenzaron a reírse los amigos.
—Es que eres un guarrón —dijo Pablo.
—Illo, por más que intentaba mirarle las manos o perder la vista en el fondo del vagón —continuó el estudiante— oía su piel llamándome. Yo creo que se coscó. Pero os lo juro era toda sexulidad, esos pechos turgentes de mamá...
—Pablo, seguro que la pinta como a una diosa y no era más que una tía normal —desdeñó Adrián.
—Pues seguro —aceptó el estudiante— ya sabéis que a mí me gustan todas. Ahora, lo mejor es cuando la tipa se levantó... un culo. ¡Dios! desmesura absoluta; os juro que lo único que se me pasó por la cabeza fue bajar esos pantaloncitos, dar un par de besitos en sus nalgas y metérsela sin parar...
Los chicos no paraban de reír,
—Quillo, tú mejor que te la menees en la ducha antes de salir... —propuso Adrián.
—¡No hombre! tan mal no estoy.
—¿Qué no? —preguntó Pablo dando la razón a Adrián.
—Bueno —siguió el estudiante—, lo mejor es que cuando ya me imaginaba metiéndosela —se puso en pie y se miró los genitales— me di cuenta de que mi tamaño no era suficiente. —De nuevo risas— yo la tendré pequeña, pero para penetrar los cachetes de ese culo tan respingón se necesita un rabo africano... Sí, vosotros reíros pero eso tiene que ser algo evolutivo. Supongamos que en los orígenes del hombre el modo natural de procrear fuera meterla por detrás, que por otro lado, no sería de extrañar. Pensad que ésa es la postura en la que más atento a los peligros se puede estar. Pues nada, tú ponte que estás ahí dándole por detrás, a una con el culo de la tipa del tren, con los cachetes golpeándote en el pubis y el abdomen —mientras tanto el joven reproducía los movimientos con las caderas—. Ahora si tu pene no da la talla, ella ni se entera; pero peor aún ¿cómo transmites tu información genética?.
Los chavales se descojonaban con las payasadas del estudiante.
—Sí, pero es que creo que es así: el tamaño de los penes, según la raza, ha de depender del abultamiento de los traseros de las hembras. ¿Cómo tienen los orientales el pene? ¿y qué pasa con el culo de las orientales? que son totalmente planos, ¿no?. Y por supuesto, ¿qué pasa en el caso de la raza negra? —explicó el estudiante.
—Chaval, deja ya las matemáticas que te están haciendo perder los pocos pelos que te quedan —sentenció Pablo.
—¿Os parece ilógico?, no creo que sea ninguna locura. Sólo los más aptos transmiten su información genética, y dime tú, si la barrera carnal es grande, cómo la superas en esa postura con un pene que no tiene el tamaño suficiente. Yo creo que para que los penes pequeños se hayan mantenido a lo largo del tiempo, los traseros han tenido que ir perdiendo el abultamiento —esbozando una sonrisa al finalizar la explicación—... y ahí tenéis como ejemplos a africanos y orientales.


Al finalizar las carcajadas Adrián apagó el secador, lo desenchufó y lo dejó, junto al cepillo, sobre el sofá. Terminó de vestirse y preguntó mientras se ponía el cinturón
—¿Nos vamos ya?
—Yo estoy listo —dijo Pablo dando el último trago a su cerveza.
—¿Y dónde me lleváis? —preguntó el estudiante antes de acabar con su cerveza.
—A un bar en Pigalle que se llama Café des Artistes, estuvimos hace un par de noches por allí y había un ambiente cuarentón muy guapo.

Salieron del piso los tres jóvenes con dirección a Pigalle.



Nota: estas fotografías se expusieron en la Fundación Canal en Madrid, pertenecen a una exposición llamada Ocultos.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Una foto sin colores, sólo de texturas

"La clave: no intentar conducirte a ti mismo, sino conducir discretamente a aquello que te conduce. Lo atisbas sólo con artes indiscretas."

Jorge Riechmann

La piel de mi cabeza suave, recién afeitada.
Pinceladas negras sobre los ojos, sangre carne los labios
y pelirroja la barba que cubre mis mejillas.

Largo y macilento,
sólo mis vellos colorean mi cuerpo desnudo.
Finas y delicadas,
casi guantes de fémina son mis manos.

Solo, con una bufanda y un poema
bajo el sol de invierno,
sin paraguas entre las lluvias de primavera,
olor a mi tierra húmeda.

Entusiasmado por las ideas desinteresadas:
creatividad sin fronteras ni aranceles, conocimiento libre.

Micción sobre lo que escribieron los antiguos
para que los de ahora no lo podamos cambiar,
¡reescribamos sin complejos nuestra forma de organización!

Miedo de los estados que olvidan al individuo
y los derechos de éste sobre su cuerpo y vida.
Libre asociación, lícita escisión
la de quienes quieran ser ellos mismos.

Laico mi mundo, laicistas mis ideas.
Decepcionante democracia la española
que premia la concentración de votos,
acepta la sangre azul y prohíbe ideas.

Evolución no darwiniana,
matemático de pasión y frustración,
discreta la energía, discreto el espacio-tiempo.

Corazón estigmatizado con la hipocondría
espero que la vida infinita siga desequilibrando a la muerte.
Miedo a la vida frágil, miedo a la muerte siempre.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

A media noche, cuando el despertdor suene

Foto extraída de la bitácora Gritos en silencio

Hoy la he visto frente a mí,
repetida en miles de rostros anónimos.
Cenicienta ha dejado su cuento de princesas
para llenar de ilusiones rotas las noches de Madrid.

En el sofá,
Cenicienta escucha al hada María
tras la llama del mechero
y entre el humo denso, casi impenetrable,
de la primera calada.
Recuerda sus días de princesa postergada
porque al cerrar los ojos
el hechizo del hada María borrará, por unas horas,
la vida que maldice
y el camino que alejó sus sueños.

Cenicienta corre desnuda
a llenarse del hombre que no encontró,
a besar los labios húmedos de la mujer que amó.
Se viste con las galas y zapatos de quien quiso ser
porque a media noche, cuando el despertador suene,
volverá de nuevo a su injusta realidad.

viernes, 14 de noviembre de 2008

2. La Fontaine, 20 rue de la Grange-aux-Belles, 75010 Paris

Para Victoria con quien compartí
muchas noches en La Fontaine

Llegué a Colonel Fabien un par de minutos antes de la cita, no quería hacerla esperar en la calle con aquel frío. Me apoyé, con las manos en los bolsillos, sobre la jamba derecha que adornaba la entrada al metro. Desde ese ángulo podía seguir con toda discreción el camino de cada una de las chicas que salían del metro. Me encantaba fijar la mirada tras de sí, e imaginar que por azar volvían su cara y me encontraban. Jugaba a adivinar qué había al final de sus pasos, trataba de entender por qué el ritmo de sus pies o hacia dónde dirigían sus ojos. A veces, me imaginaba compartiendo una cervecita con alguna de ellas, bastaba con que al subir nos miráramos y cruzásemos una sonrisa.

Miré escaleras abajo, hacia la puerta que se abría con el alboroto de los que llegaban, esperaba encontrarla tras el tumulto. Entre los rezagados hubo un joven ciego que llamó mi atención. Es increíble cómo puede alguien, únicamente a palazos, desenvolverse en una ciudad como París. Subió con su bastón ligeramente levantado, parecía conocer cada uno de los escalones que había dejado atrás. Al llegar arriba apoyó el bastón sobre el suelo y giró a su izquierda. Me habría perdido embelesado por el andar, decidido y certero, de aquel joven de no haber sido porque la esperaba.

De nuevo, el alboroto de los que llegaban me hizo mirar hacia la puerta que se abría. Ahí estaba ella, enfundada en un abrigo negro largo, con una bufanda morada y el pelo suelto por encima.
—Perdona por el retraso —me dijo.
—No importa, sólo han sido un par de minutos.
—Sí, pero un par de minutos de espera con este frío pueden ser una tortura —me dijo para que aceptara sus disculpas.
—¿Vamos? a ver si tenemos suerte y cogemos sitio —le dije para apresurarnos.
—¿Por dónde? ¿por allí? —me preguntó perdida, como si quisiera dejarse llevar entre las calles de una ciudad nueva.
Bajamos la rue de la Grange-aux-Belles hasta llegar a La Fontaine.

Al entrar, nos dirigimos directamente hacia las mesas, haciéndonos hueco entre los que estaban de pie. Conseguimos dos sillas en la esquina derecha, junto a la barra. Estábamos un poco apretados pero teníamos más intimidad que en cualquier otro sito. El camarero se acercó para ver qué tomábamos.
—¿Te apetece una copita de vino? —me preguntó.
—Sí —le respondí.
Sin dudar se dirigió al camarero elevando la voz por encima de la música:
Deux verres de Bordeaux de Saint-Emilion, s'il vous plaît.
—Muy buena elección Madame —le dije sonriendo.
—¿Lo conocías? —me preguntó.
La verdad es que sólo conocía el nombre, pero qué mejor momento que aquél para probarlo.

Duc des Lombards 2006, photo by Gala Reverdy

—¿A quién hemos venido a ver? —me preguntó mientras guardaba la bufanda.
—Ves la chica morena con gafas que está liándose el cigarro, pues a ella.
—¿No es muy joven?
—Espera a verla con las baquetas en las manos y ya me dirás —le dije presentando a la joven superdotada.
El camarero se acercó con las dos copas de vino. Esperé a que ella cogiera la suya y las alzamos, cruzando nuestras miradas para brindar. Me perdí entre el brillo de sus ojos y la carne roja de sus labios, se detuvo el tiempo para que disfrutara de las facciones que la edad, tan delicadamente, había esculpido sobre su rostro. Con una sonrisa cómplice apartó su mirada para devolverme a la realidad. Di el primer sorbo con la intención de que el vino hiciera fluir los pulsos de sangre que se acumulaban en el bajo vientre.

—Bueno, ¿y cómo es que decidiste venir a Francia? ¿te apetecía vivir en París?—me preguntó.
—¿Apetecerme vivir en París? pues sí, pero tanto como me apetecía vivir en cualquier otro lugar que no fueran ni Utrera ni Sevilla. Para mí París no tenía nada de especial antes de venir, y la verdad aún dudo que lo tenga. La historia es que quería seguir con el doctorado en el extranjero pero no tenía ni idea dónde, así que fui a hablar con uno de mis profesores. Creo que él hizo su tesis aquí así que fue clara su recomendación...

Anne Paceo by Sby, www.catchavibz.com

Quitaron la música del equipo para dar comienzo al concierto. Las primeras notas del piano salieron en una melodía lenta y cadenciosa. Bastaron unos segundos para entrar en mi burbuja y olvidarme del concierto. Corrían por mi mente todo tipo de fantasías dodecafónicas y pensamientos síncopados. Nada parecía existir tras la cortina invisible que me rodeaba; su olor, cuarentena destilada en perfume, era el único contacto con la realidad. Así se sucedieron tema a tema ritmos irrepetibles y lineales propio de aquellos miércoles en La Fontaine. Como era de costumbre, justo antes de la última pieza el camarero salió con la gorra para recaudar algunos euros para los músicos.
Al acabar el concierto y mientras salíamos del bar le pregunté:
—¿Qué te ha parecido?
—No sé... creo que el jazz moderno ha roto mis esquemas musicales.
—¿No te ha gustado? —le pregunté desilusionado.
—Sí... ha sido un momento muy especial, pero mis oídos no están del todo hechos a estas melodías.
—La verdad es que tampoco sé yo si estoy preparado para entender esta música, pero es cierto que abre nuevas puertas en mi imaginación. No sé si vengo a estos conciertos por la música o por la búsqueda de nuevas ideas.
—Vamos, que tú tampoco le has prestado atención a la música —dijo desestimando mis palabras.

Una vez en la puerta y abrazados al frío de finales de enero le pregunté qué le apetecía hacer:
—Vivo cerca de aquí, y en casa tengo una botella de vino, ¿quieres venir y nos tomamos la última?
—¿A tu casa? —preguntó sonriendo y algo deseosa— ¿pero tú qué quieres, que me metan en la cárcel por coquetear con jovencitos?
—Será sólo una copita... pero no te preocupes que ya he cumplido los veintitrés —respondí guiñándole el ojo.

sábado, 8 de noviembre de 2008

1. Acariciándose las manos

Sentados uno frente al otro, dejados llevar por el movimiento de los vagones, bailando al ritmo de las curvas. La profesora sentía en un suave cosquilleo las caricias con las que el estudiante se dibujaba las manos. Lo recordaba entre sus piernas sumergido en el ácido mordisco de sus gemidos. Le agarró las manos con una mirada húmeda. Él sonrió, mostrándole las manos vacías, insinuando que aquellas caricias no eran más que el eco de su fantasía.
—Ya sabes que no —dijo ella adivinando—, cualquiera capaz de disfrutar acariciándose las manos puede convertir cualquier flor en agua.
Él sonrió de nuevo, agradeciendo el cumplido de metáfora fácil.
—No sabes cómo me gusta sentir que hay algo ardiendo entre esos muslos de estudiosa, ¿eras así también en tus días de juventud?.
—Yo diría que no —dijo ella—. A las mujeres, el apogeo sexual nos llega a los cuarenta, mientras que a vosotros después de los treinta se os va todo por la boca.
—Y por eso estás tú tan contenta en tus cuarenta, ¿no? —dijo el estudiante a carcajadas—. París, la libido por las nubes y un veinteañero al que le encanta acariciarse las manos.
—No podías haberlo explicado mejor mon cheri.
Le encantaba ver cómo Madame la prof, como él la solía llamar, se humedecía por unos simples juegos de manos.
—Y tú mon petit ¿qué has visto en mis cuarenta?
—Si te digo la verdad, no lo sé —respondió él—, pero es cierto que la edad destila el olor y convierte la piel en un delicado velo que cubre las entrañas de un ser bien formado. Me encanta ver los años acumulados en tu barriga y tus piernas, y saborear la madurez en tus oscurecidos pezones. Sabes que no veo fea a ninguna, y si además las arrugas de los ojos son producto de tanta filosofía leída puedo caer incluso enamorado.
—¿Sabes qué te ocurre? —preguntó ella esbozando una sonrisa irónica—. Que a las niñas de tu edad no las encandilas con esta palabrería. Necesitas algo más.
—¿Y tú crees que no es suficiente con acariciarme las manos en mis ratos de metro? —preguntó él.
Sus miradas se anclaron, la una en la otra bajo un silencio desnudo que sólo pudo romper la voz del metro: "Gambetta, Gambetta".

jueves, 6 de noviembre de 2008

A orillas del Canal Saint-Martin

Aún siento el peso de aquella caja llena de ilusiones que abrí en una de las buhardillas de la rue des Gâtines. Recuerdo qué sentí mientras rompía el embalaje de tantos años, creo que incluso hoy escucho el sonido del precinto al despegarse... Ahí estaba todo, delante de mí, en una caja esperando a que yo encontrara la esquina adecuada. Tenía una lista en blanco llena de ilusiones y un sobre vacío con todas sus cartas. Esperaba yo encontrar no sé qué ciudad entre las piernas de esta desvirgada París.
Creo que ahora sabría responder casi a la mitad de las preguntas que salieron de la caja, podría encontrar al menos diez calles que no dejaría jamás. Escribiría incluso una fantasía con mi vida y París como escenario.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Una postal y el origen del sexo de las ciudades

La historia no es ni muy larga ni muy corta; exactamente de cincuenta y cinco días. Las amantes han sido tres, cada una de ellas en un país distinto y todas en la misma cama gris.
Mi romance con Londres sólo duró veintiún días. Nos llevábamos bien. De hecho, me adapté rápido a sus caricias y a sus enfados. Le gustaban tanto nuestros paseos junto al Támesis que me preguntó por qué me iba. Quería conocer a París.
Con Bruselas sólo fueron unas noches de sexo, ratitos en los que me sentía solo. No nos entendimos bien, ella demasiado sucia y yo con el olor de Londres en mi mano.
¿París? la mujer inventada por otros, la silueta que no encuentro. Dónde está la chica que llamáis París, ésa de la que tanto habéis hablado ¿está en algún burdel? No me digáis que está en esa caricatura de molino que llaman Mulin Rouge. ¿Está con los pintores en Montmartre? ¿no me diréis que es ésa que compran los turistas en láminas?
¡París! tengo mucho amor que darte. No te escondas entre los turistas, que no iré a buscarte a la torre de Eiffel. Prometo cerrar los ojos y evitar las postales, si en alguna de estas calles vienes a besarme.

Nota: Estas palabras son de una postal que dirigí a mi tío Alfonso Pérez Corrales. El motivo de publicarlas aquí es que de alguna forma son la génesis del sexo de las ciudades

lunes, 3 de noviembre de 2008

In girum imus nocte et consumimur igni

Una joven despatarrada en la camilla de un hospital gritaba a viva voz justo antes de parir:

"Átale, demoníaco Caín, o me delata."

Lo que no sabía la joven es que el nombre, que tan bien había elegido para su bebé, no sería suficiente para diferenciar a las trillizas que iba a tener. Cuando el médico le comunicó aquella nueva, ella resolvió sin enmudecer. La modificación del original fue tan acertada que recordaría, por el nombre, el orden de cada niña al nacer.

¿Cómo se llama cada una de las pequeñas?

Ver la respuesta con una explicación aquí.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Envejecer mal

"Hoy sé que el seguir ciegamente las maneras literarias de la época, tanto como la complacencia para consigo mismo, dan pronto ocasión a las primeras arrugas, y que nada como ambas cosas hace vulnerable ante el tiempo a una obra literaria."

Historial de un libro, 1958
Luis Cernuda

sábado, 1 de noviembre de 2008

Sin rostro ni nieve

Ayer dejé Helsinki, sin nieve ni sol
con un extraño recuerdo de mi infancia:
Carmen en mi mente y en mis corazones.

Carmen Anselmo es una niña sin rostro ni olor.
Nos recuerdo en su habitación:
yo desnudando sus muñecas y ella en la cama
con la mirada extraviada
y acariciando la jareta de la funda de su almohada...
Esto tiene un montón me decía.
¿Un montón de qué? no entendía su mundo de placeres pequeños.

Su pelo recogido en una media cola, sus calcetines de ganchillos y el suelo lleno de ganchos.
Me asomé a la ventana pero no había nevado,
me iba sin ver los árboles tiritar por el frío blanco...

A lo lejos, la niña sin rostro ni cuerpo,
sólo una sensación que me hacía pequeño en ese día oscuro y sin nieve.

miércoles, 22 de octubre de 2008

¿Plantear problemas o resolverlos?


"In re mathematica ars proponendi pluris facienda est quam solvendi."
"En matemáticas el arte de hacer preguntas es más valioso que el de resolver problemas"

Más citas de Georg Cantor.

Nota: se aceptan mejores traducciones de la frase original.

jueves, 16 de octubre de 2008

1

Advertencia: Esta entrada nada tiene que ver con el tono de las anteriores. Me gustaría que fuera el principio de algo que etiquetaré como "Estoy perdiendo uno a uno los pelos de mi cabeza". Con esta entrada y las que siguiesen bajo la misma etiqueta, no pretendo más que estudiar de forma sistemática una serie de cuestiones que me planteo.


Permítanme definir el concepto sentencia como el par dado por una sentencia propiamente dicha (en el sentido del D. A. R. E.) y un campo (o dominio) de acción. Entiéndase el campo de acción como el contexto en el que tiene sentido ser planteada la sentencia.
A partir de este concepto, interpretaré verdad como una sentencia veraz en todo o parte de su campo de acción. Al subcampo de acción en el que la sentencia es veraz lo llamaré campo de acción veraz.

Una vaga reflexión me lleva a considerar como posibles dos tipos de verdades: formales y experimentales.

Las verdades formales son consecuencias de una serie de axiomas prefijados. Estas verdades responden únicamente a cuestiones que tengan sentido en el esquema establecido y, debido a la cimentación axiomática del contexto, tienen un carácter atempoespacial. De un modo más abstracto, el campo de acción veraz es el conjunto de axiomas de partida.

Las verdades experimentales (o reales) responden a cuestiones planteadas en el ámbito de la realidad que percibimos (permítanme hablar de percibir en el más amplio de los sentidos). El dominio de acción de las verdades experimentales yace en la realidad perceptible. A este tipo de verdades se le puede asociar uno de los siguientes estados:
-caduco,
-perenne.
Las verdades caducas sólo tienen validez local o temporal, perdiendo su carácter veraz al considerar situaciones más generales. En términos abstractos, su campo de acción veraz no abarca toda la realidad en la que la sentencia tiene sentido ser planteada.
Las verdades perennes son eternas y globales, a pesar de que el tiempo pase a través de ellas o que se consideren situaciones más generales, estas sentencias siguen teniendo validez. El dominio de acción de estas verdades será siempre igual que cualquiera de las situaciones que consideremos, por muy generales que éstas sean.

Obsérvese que el único referente que tenemos para catalogar una verdad experimental como perenne es analizar el pasado conocido y el futuro predecible o imaginable. De esta forma queda abierta la posibilidad de que en un futuro posterior se consideren situaciones que no puedan ser abarcadas por los dominios de acción de dichas verdades, y en las que sus sentencias aún tengan sentido. Esto nos llevaría a un tránsito de verdades perennes a verdades caducas. La pregunta se me antoja entonces ¿cómo podemos saber si en realidad nuestras verdades perennes no son potencialmente caducas? ¿tiene sentido preocuparse por la posibilidad de dicha transición antes de que ocurra?

miércoles, 15 de octubre de 2008

John von Neumann's reply (Respuesta de John von Neumann)

"In mathematics you don't understand things. You just get used to them."

"En matemáticas uno no entiende las cosas, se acostumbra a ellas."

- footnote on page 226 of Gary Zukav, The Dancing Wu Li Masters: An Overview of the New Physics, Rider, London, 1990.

Más citas de John von Neumann en castellano (aquí las originales en inglés).

martes, 14 de octubre de 2008

Un charco turbio en Sörnäinen

Hace una semana salí a cenar con unos cuantos matemáticos al barrio de Kallio en Helsinki. Teniendo en cuenta que no todos conocían el sitio, decidimos quedar unos minutos antes en la salida del metro de Sörnäinen. Los primeros en llegar fuimos Lauri y yo, y mientras esperábamos a los demás comenzó a contarme algunas anécdotas del lugar. Al instante, un hombre algo borrachuzo y con aspecto descuidado comenzó a gritar interrumpiendo la historia de Lauiri. El tipo estaba de pie, junto a un charco de agua turbia al que apuntaba con las manos mientras repetía una y otra vez las mismas palabras. Lleno de curiosidad y con la idea de reírme un poco de aquellos actos un tanto excéntricos le pedí a Lauri que me tradujera lo que decía. Para mi sorpresa sus palabras fueron:

"No está turbia el agua de éste mi pequeño charco porque yo quiera ocultar la falta de profundidad, sino porque es el reflejo de mis turbios sentimientos."

Quizás la poesía sólo refleje el sentimiento de los poetas.

lunes, 13 de octubre de 2008

Primavera Kumpula Otoño

Kumpula es una pequeña isla científica
en mitad del quieto Helsinki,
es un escondite lejos del Kallio que emborracha.
Está rodeado por un pequeño bosque de colores
que atravieso cada día para llegar a mis papeles.

He visto sus árboles muertos,
encogidos por el frío del invierno que se alejaba.
He visto cómo despertaban y se enfundaban en sus galas de primavera...
y ahora,
ahora los veo envejecer
con joyas doradas a sus pies,
esperando la irremediable muerte del invierno.

Lejos queda ahora el Helsinki de días interminables y gaviotas traviesas.

jueves, 25 de septiembre de 2008

26 de septiembre en el puente de Triana

Candados
Victoria Martín Márquez, Nápoles junio 2008

Quiero soplar fuerte en la vela del tiempo
y sentir que los días que dejo atrás
son sólo ratitos vacíos de ti.

No tengo más ganas de primaveras frías y entrepiernas vacías,
quiero oler el albero y el azahar
y caminar descalzo bajo la lluvia de abril.

Voy a desmontar Madrid y a pintar mis tardes
de Triana y Guadalquivir.

Deja que te cuente mis deseos cada noche,
sin cables ni teléfonos
susurrándote desnudo en el oído.

viernes, 29 de agosto de 2008

Sin ti


Cuerpo de mujer
Victoria Martín Márquez, Berlín agosto 2008
(arreglos Pedro P. Caro)

Sin ciudad y con un mapa en blanco.
Sólo un álbum de fotos y tu mirada,
así empieza el final de la tierra de este nuevo partir.
Se que allí te veré de nuevo,
como Victoria al principio de mi batalla,
como final del Taiwan del que todo surge.

sábado, 23 de agosto de 2008

En el museo





Me encanta ver como otros convierten en arte mi enfermiza obsesión por el cuerpo femenino.

Obras de Egon Schiele.

sábado, 16 de agosto de 2008

En Berlín

Desnudo
sin gónadas ni gafas,
así llegué a ti
evitando sentirte antes de oler tu aliento.

Con la lengua húmeda
disfruto de tus curvas reconstruidas
y tu adolescencia pueril.
He respirado en ciudades llenas de polvo
(viejas bibliotecas y desfasadas galerías)
en las que una señora mustia presume de lo que fue,
tú sin embargo aún eres joven...

Me pregunto si tu pubis luce ya el vello negro de la pubertad,
¿es pronto aún?.

martes, 12 de agosto de 2008

De Amsterdam a Berlín.


Pedro P. Caro, Berlín agosto 2008

En
dos ruedas y a pedales
viajo al fondo de la entrepierna de Berlín...
no espero encontrar el ácido mordisco de los labios verticales,
me basta con sentirme agusto frente a su desnudo.

Berlín, ella y yo.

viernes, 4 de julio de 2008

Esperando

Esperando
Pedro P. Caro, Seattle junio 2007



jueves, 3 de julio de 2008

En la desposesión

Nenúfar
Pedro P. Caro, Seattle julio 2007




Y así quiero vivir,

en la desposesión, como el otoño,
rama desnuda en la que puedo
otro clima esperar, tal vez otro silencio.

Luis García Montero, extraído de Casa en ruinas IV.

jueves, 26 de junio de 2008

La sonrisa naiara

Hace un par de semanas fui a la presentación de una exposición fotográfica en una pequeña sala de Lavapiés. El fotógrafo era un viejo amigo de Utrera, Jesús. No sé si alguna vez os hablé de él. Es un tipo interesante, pero algo excéntrico. Es fotógrafo y poeta, y está obsesionado con el cuerpo femenino. Oírlo hablar de mujeres es como quitar de la parada de autobús a la modelo de turno en ropa interior y dibujar la mirada de la chica que se sienta frente a ti en el metro. Lo he oído hablar del tacto y del olor de las personas como único molde del sexo. Lo he visto fotografiar sonrisas anónimas que se han convertido en iconos de belleza... es un tipo especial. Recuerdo una conversación que tuve hace unos años con él.

Yo: ¿Cómo haces para ver la belleza escondida de las personas?

Jesús: (sonriendo) Las personas no esconden su belleza, la ofrecen como obsequio desinteresado. La cuestión es que buscar sólo con los ojos es cosa de niños... ¿qué hay del olor, del sabor, del tacto, de la voz?

Yo: (un poco enfadado por el rodeo de la respuesta) Vale Jesús, me parecen genial todas esas cosas, pero eso no lo puedes capturar en una imagen.

Jesús: (aún sonriendo por mi falta de razón) ¿Qué no? tú prueba a mirar a una chica sólo con los ojos, bueno, así es como sueles hacer ¿no? (con sorna). Después cierra los ojos y olvida todo lo que tengas a tu alrededor. Extiende las palmas de tus manos, una frente a otra, y comienza a acariciarte entre los dedos. Deja que el ritmo lo marque el corazón. Respira hondo, sintiendo la profundidad del tacto de tus manos. Siente como la sangre filtra el placer entre tus dedos... déjate llevar un rato que al abrir los ojos verás la diferencia entre mirar y saborear. Habrás negado a tus ojos miopes para capturar el cuerpo desnudo de la chica.

Masticar esta charla me llevo un par de cervezas, sin embargo, digerirla me costará al menos una vida. No sé si es que a Jesús se le va taco la pelota o que sus dedos saben disfrutar de sutilezas que yo no alcanzo a percibir.

El caso es que la semana pasada fui a la presentación de su exposición: "La sonrisa naiara". Conociéndolo no me extrañó en absoluto la amalgama de cuerpos desnudos que colgaban de las paredes. Blanco sobre negro, en colores, pubis desaliñados, pezones como pétalos de rosas, cuerpos marcados por las braguitas y el sujetador recién quitados. Labios verticales y horizontales anhelando un beso. El espectro de la edad de las modelos era tan amplio como el de sus tallas de cintura... pero ahí estaban todas, radiantes y sensuales, pisoteando cualquier filtro producto de nuestros prejuicios modernitos.
Estuve toda la noche en la exposición saludando a viejos conocidos, compañeros de batalla y alguna que otra amiga de verdad. No quería irme de la sala sin la compañía de Jesús, sin escuchar alguna de sus nuevas historias. Quería preguntarle al oído por qué "La sonrisa naiara". Así que esperé a que todos se fueran, a que fuésemos de nuevo Pedro y Jesús.

Yo: ¿Qué es "La sonrisa naiara"?

Jesús: Uhmm... (con duda) La sonrisa naiara es un par de pinceladas rosas sobre una hermosa boca que me absorbe, es un par de argollas plateadas que asoman bajo el pelo suelto y ondulado...

Yo: (interesado y asintiendo con la cabeza escuchaba) ¿y es esa sonrisa la de alguna de los cuerpos de la exposición?

Jesús: No, ¿crees que si la tuviera en mi álbum llamaría así a la exposición? No conseguí capturar con mi cámara esos labios, más bien fueron ellos los que me pintaron a mí.

martes, 13 de mayo de 2008

Inventé

Otra pieza más que archivar en El aljibe de las palabras:


Inventé una tarde nublada,
una voz efervescente,
una sonrisa analgésica...
sentirme viva...
tocando con los dedos lo real y lo irreal.

Ahora imagino días de veintinueve horas,
para cinco de ellas seguir inventando.

Sevilla, primavera 2005
Victoria Martín Márquez

domingo, 11 de mayo de 2008

A ti lengua abstracta que nada me has dado

Estoy justo en la mitad del camino
pero veo tan cerca el principio y lejos el final
que temo haberme equivocado de destino.

Hay días que evito levantarme
para no tener que retomar mi camino a ninguna parte.
Otros días salgo a la calle
deseando cambiar mis botas de viajero
por un huerto estable que cuidar.

Miedo e inseguridad son el desayuno de algunas mañanas.
Consumo el día entre papeles reciclados y tinta negra,
y al acabar la jornada una enorme frustración e impotencia
me arropan en la cama.

No sé que me lleva a amarte tanto,
a ti lengua abstracta que nada me has dado.

viernes, 9 de mayo de 2008

Pasan las estaciones y no veo los frutos de mi jardín

Estoy justo en la mitad del camino
pero veo tan cerca el principio y lejos el final
que temo haberme equivocado eligiendo mi destino.

miércoles, 7 de mayo de 2008

En Rautatientori queda uno de los últimos resquicios punk de Europa

Al oído me han revelado el secreto de las ciudades, han derribado cada teoría que había ideado. Ignoraba que las ciudades se dejaran clasificar de esta forma.

Quizás no sea una cuestión tan extravagante. Es más, si en cada una de las ciudades en las que he estado, me hubiese detenido a oler su cuello o acariciar sus dedos, habría sido yo quien percibiera la diferencia.

Si miras, es fácil ver que cada entrepierna es distinta. El grueso de los muslos y la forma de las caderas caracterizan bien el género. Basta con observar cómo se sientan a verte pasar, para deducir y disfrutar la sutil diferencia.

Sin embargo, fue un punki en Rautatientori quien me desveló el sexo de las ciudades. De pie, con un botellín en la mano e intentando controlar el equilibrio me miró a los ojos y sentenció:
-París, Londres, Bruselas y Barcelona son mujeres (unas, amantes prohibidas; otras, compañeras de vida y alguna, veinteañera alocada). Sin embargo, Helsinki es un tío, es un colega. Helsinki es alguien que no te olvidará jamás. Te invitará a volver, y siempre te acogerá con una cerveza en la mano.

Antes de permitirme la reflexión me preguntó:
-¿tú dónde vives?.
-En Madrid -le respondí.
-¿Madrid? Madrid es una ciudad extraña. Pasé dos años allí y no logré saber si es hombre o mujer. Hurgué bajo sus pantalones, nos abrazamos borrachos, incluso nos vimos desnudos... y realmente no sabría qué decirte. Eso sí, es una ciudad que se va y no vuelve.

Cuántas calles bajo esas botas viejas, cuántas plazas deshidrataron esa piel... imagino y especulo, pero seguro que no alcanzo.

viernes, 25 de abril de 2008

Mirando a través de mis gafas en los dos sentidos posibles

Hoy no he ido a buscarme frente al espejo, quería verme a través de mis gafas, por eso me he invitado a vivir el mismo momento que estaba viviendo yo.

miércoles, 23 de abril de 2008

Vaasankatu 20 a A 23, 00500 Helsinki

Vaasankatu es una calle a voces que desdice la calma de Helsinki, es una calle de terciopelo descuidado y aliento de cerveza.

Me pierdo en ella de camino a casa, esquivando el vaivén de algún borrachuzo, ojeando el rosa de las salas de striptease. Me detengo, y a pinceladas reconstruyo el contorno de esas pieles condenadas a brillar. ¡Desmesura bendita la de esos pechos!

Los bares son el asfalto y el granito de la calle, y conforman el alcantarillado que hace fluir la esquelética masa de caminantes. En las puertas se consumen los cigarrillos y a través de los cristales se dejan ver greñas y cueros, trabajadores y trabajados, jóvenes y señoras de edad.

La calle está llena de vitrinas tapadas, y no sólo el topless y el tanga a media rodilla se esconden tras las cortinas, además decenas de manos tailandesas seducen al cuerpo en un masaje completo.

Esta calle gris es el jardín de mi casa, lleno de flores mustias y alegres nenúfares.

sábado, 19 de abril de 2008

Día triste

A pesar de que sean tuyas estas palabras, hay algo en ellas que me pertenece, y es por eso que quiero que vayan más allá de un tú-y-yo.

Hoy es un día triste. Un día estúpido,
de los que restan y no suman nada...
un día de horas largas,
de un vacío insoportable
que se hace visible con quienes me recuerdan
que estoy sola.
Un día de deseos de mutilación,
de sentimientos de culpa,
de escapadas al pasado,
de un "si estuvieras...".

Un día que no cuenta,
ni escucha.

Un día húmedo,
demasiada lluvia,
demasidas lágrimas.

Un día para ser borrado.
Un día que se te agarra al pecho.

Lo siento...
lo siento mucho...

...pero no sé vivir sin ti.


Sevilla, 17 de octubre de 2006
Victoria Martín Márquez

miércoles, 26 de marzo de 2008

Il ne sera plus au coin de la rue Saint Maur

Hace días que paso y no hay nadie. Victoria dice que no está. No están ni él ni su perro. La tienda está vacía, llena de esas cosas que nadie necesita, llena de detalles que sólo para él tienen sentido. ¿Dónde está la baguette abierta y hasta la mitad mordisqueada? ¿por qué no encuentro el olor del descuido higiénico en su esquina?

No hay ni sol ni calor.

La boca de ventilación del metro está triste ¿quién acariciará esos susurros de aire caliente?
No hay nadie allí tendido, disfrutando de unos grados de alcohol sobre aquella rejilla.

Esta noche torcí su esquina y no estaba, olía a él pero ya no vivía. Había flores, poemas y unas velas le rendían homenaje. ¿Dónde caerán las lágrimas de aquel perro? las mías las derramo aquí. El murmullo alegró la esquina. Las personas que llenaban su plato ahora pintaban poemas, dibujaban historias, escribían sobre aquel cuadro.

No sé si en aquella esquina hubo algo. Pero aquí tienes mi regalo, el mismo que recibí de él.

A todos aquellos que sin techo son dueños de su esquina.

lunes, 24 de marzo de 2008

La ciudad que me ha tocado vivir

Andrógina e inerte frente a mí.
Acaricio tu piel fría en busca de algún signo de vida,
adivino el color de algunos rincones
pero sigo sin saber a qué hueles.

Cuerpo sin pulso y entrepierna vacía.
Me siento psicólogo forense intentado reconstruir tu nombre,
camino con desgana preguntándome
de qué te has muerto.

¿Estás muerta o sólo te escondes en mi ataúd?
Quizás sepas que allí no iré a buscarte.

Humo en el ojo, pinturas en la pared.
Avenidas de coches, historias que contar.
Yo en Madrid, Madrid para mí.

domingo, 9 de marzo de 2008

Del canon sexual y de la verdadera sexualidad

No deja de ser pretencioso encuadrar en unas pocas palabras (con sabor a whisky de garrafa) lo que podría ser un giro de tuerca a un concepto real (que no digo el único) de sexualidad. Pero cansa ver que la concepción que persiste es la vaga idea de unos pocos.
La sexualidad, y con ello me refiero al sexo, está lejos de la figura esculpida con manos, o debería decir tijeras, de diseñador. El sexo no es sólo una imagen que afecta a la vista, más bien la imagen es el negativo que percibe la sensación. Decidme que no son el olor o el tacto los verdaderos rasgos de una erección (permitidme que sólo me exprese en términos masculinos). ¿Acaso importa una medida (rígida) del contorno en la satisfacción?. Chupar, oler y besar sí que son parte del orgasmo.
El deseo carnal no es tan obvio como una simple figura. Son las manos, la nariz y la lengua las que disfrutan. Jamás unos ojos se abrieron en una cama de dos...
Y es por eso que no entiendo, ni permito, que la carne (elemento primordial en el sexo) se vea reducido a unas rectas y curvas en las que tienen que encajar los cuerpos.

viernes, 7 de marzo de 2008

ausencias



"El verdadero contenido de una fotografía es invisible, porque no se deriva de una relación con la forma sino con el tiempo."

Gustavo Germano

miércoles, 5 de marzo de 2008

Derramarme en ti

No imagino mis labios húmedos entre otras piernas,
no me veo desnudo si no es frente a ti.
Quiero sentir algún día cómo mi esperma se derrama
y llena de leche tus pechos de mujer.

Ese día capturaré en blanco y negro
cada segundo de premamá.
No dejaré escapar tus pezones como flores abiertas,
ni la piel tersa de tu vientre envolviendo nuestra vida.

Quiero un álbum de tu pubis negro
escondiéndose en el cuerpo blanco.
Quiero leer el final de estas líneas
sobre la primera foto.