domingo, 26 de abril de 2009

No quiero morir soñando

"Ya no me cantes, cigarra,
apaga tu sonsonete
que llevo una pena en el alma,
como un puñal se me mete,
sabiendo que cuando canto
suspirando va mi suerte.
Bajo la sombra de un árbol,
al compás de mi guitarra
canto alegre este huapango
porque la vida se acaba,
y no quiero morir soñando
como mueren las cigarras.

La vida, la vida, la vida es,
es un contratiempo, la vida,
la vida es..."


Fragmento de unas bulerías
que Camarón cantó en París en 1987.

martes, 14 de abril de 2009

Ni dios, ni rey... República Federal Ibérica.


Hoy, 78 años después de que se izara en Éibar la bandera de la II República, podemos empezar un nuevo proyecto de república, un proyecto de todos y para todos.

Escucha el Himno de Riego, que el diario Público nos ofrece hoy.

domingo, 12 de abril de 2009

Le lien

Pertenece a la última sesión de fotos
publicadas por una revista alemana.

"Chaque coup reçu peut alors s'interpréter comme une marque d'intérêt, voire d'amour. Car sinon, pourquoi le père ou le maître punirait-il, fouetterait-il son enfant, son esclave?"

"Cada golpe recibido puede entonces interpretarse como una muestra de interés, incluso de amor. Ya que si no, ¿por qué el padre o el amo castigaría, azotaría a su hijo, a su esclavo?"

sábado, 4 de abril de 2009

La magia de la cerveza

"Quisiera que mi voz fuera tan fuerte
que a veces retumbaran las montañas
y escucharais las mentes social adormecidas
las palabras de amor de mi garganta.


Abrid los brazos, la mente y repartíos
que sólo os enseñaron el odio y la avaricia
y yo quiero que todos como hermanos
repartamos amores, lágrimas y sonrisas.


De pequeño me impusieron las costumbres
me educaron para hombre adinerado
pero ahora prefiero ser un indio
que un importante abogado.


Hay que dejar el camino social alquitranado
porque en él se nos quedan pegadas las pezuñas
hay que volar libre al sol y al viento
repartiendo el amor que tengas dentro."

Extremoduro


Claro que no, no me importa parecerlo, ni siquiera serlo. Si la enfermedad es una piel suave y la carne de los muslos esconde nuestro origen; no me importa morirme, desaparecer de esta realidad fría y estructurada a billetes. Pero si no es así, prefiero quedarme aquí y aprender, y mear la magia de la cerveza en ésta, o alguna otra bitácora.

Huele a caquita económica, a humo que esconde la verdad, a gente que sabe o de colores, o de luces, o de perspectivas, pero que no tiene ni idea de qué se ve en el cuadro completo.
Si hace años, como ilusos, hubiéramos propuesto alguna idea económica de carácter sostenible, los economistas de turno la habrían desechado con el calificativo utópica (y lo volverían a hacer), y dirían que el camino rentable es ése al que nos han traído, ése mismo que hoy está lleno de agujeros. No sé si los necios incompetentes son ellos por aparentar saber (o mentir despiadadamente) o nosotros por creerlos y permitir que nos dirijan.

La historia pinta mal y la gente lo sabe, lo que no se sabe es que la posthistoria tiene titulares ridículos: "el hombre moderno: una especie especial y privilegiada, la más poderosa intelectualmente, la única capaz de acabar con ella misma".

viernes, 3 de abril de 2009

4. Casi al final de todo, mientras ella se arreglaba

Nelson Algren, fuente aquí.

—¿Por qué dejaste de quererlo?
—No dejé de quererlo, más bien me desenamoré.
—¿Y por qué te desenamoraste?
—¿Por qué? porque se convirtió en una carta semanal, un papel relleno con caricias del pasado, una historia que no avanzaba, que no nos llevaba a ninguna parte. Él se fue buscando no sé qué, y al final acabamos cogidos de la mano en márgenes distintas del río. Ni podíamos conocer la vida de más allá, ni podíamos dormir juntos.
—¿Y no podíais haber cogido vuestras vidas y haberlas puestos en el mismo lado del río?
—Quizás sí, pero él quería volver y yo aún no me veía allí; con él sí, pero no en aquella ciudad. Al final de la relación me arrepentí, y creo que él también, pero ya no había vuelta atrás. La distancia nos había convertido en extraños. Recuerdo que la última vez que lo olí parecía otro, —¿dónde estaba mi amor?— me preguntaba.
—Ya veo, ¿y hace mucho de eso?
—Pues sí que hace, al menos quince años. Nos vinimos a París hace algo así como dieciocho años. Vivimos un año juntos y él se volvió a Sevilla. Duramos cosa de dos años en la distancia.
—Qué pena, ¿no?
—Pues sí mon petit.
—¿Y tú crees que con nosotros pasará lo mismo?
—Claro que sí, tú te irás a Madrid y querrás alejarte del río; y yo volveré a mis libros, a la epistemología y al vibrador que me consolaba antes de conocerte.
—¡No digas eso!
—Pero será así pequeño. Volveré a buscarme, cuarentona, sola y desengañada, entre las piernas de esta desvirgada París.