jueves, 26 de junio de 2008

La sonrisa naiara

Hace un par de semanas fui a la presentación de una exposición fotográfica en una pequeña sala de Lavapiés. El fotógrafo era un viejo amigo de Utrera, Jesús. No sé si alguna vez os hablé de él. Es un tipo interesante, pero algo excéntrico. Es fotógrafo y poeta, y está obsesionado con el cuerpo femenino. Oírlo hablar de mujeres es como quitar de la parada de autobús a la modelo de turno en ropa interior y dibujar la mirada de la chica que se sienta frente a ti en el metro. Lo he oído hablar del tacto y del olor de las personas como único molde del sexo. Lo he visto fotografiar sonrisas anónimas que se han convertido en iconos de belleza... es un tipo especial. Recuerdo una conversación que tuve hace unos años con él.

Yo: ¿Cómo haces para ver la belleza escondida de las personas?

Jesús: (sonriendo) Las personas no esconden su belleza, la ofrecen como obsequio desinteresado. La cuestión es que buscar sólo con los ojos es cosa de niños... ¿qué hay del olor, del sabor, del tacto, de la voz?

Yo: (un poco enfadado por el rodeo de la respuesta) Vale Jesús, me parecen genial todas esas cosas, pero eso no lo puedes capturar en una imagen.

Jesús: (aún sonriendo por mi falta de razón) ¿Qué no? tú prueba a mirar a una chica sólo con los ojos, bueno, así es como sueles hacer ¿no? (con sorna). Después cierra los ojos y olvida todo lo que tengas a tu alrededor. Extiende las palmas de tus manos, una frente a otra, y comienza a acariciarte entre los dedos. Deja que el ritmo lo marque el corazón. Respira hondo, sintiendo la profundidad del tacto de tus manos. Siente como la sangre filtra el placer entre tus dedos... déjate llevar un rato que al abrir los ojos verás la diferencia entre mirar y saborear. Habrás negado a tus ojos miopes para capturar el cuerpo desnudo de la chica.

Masticar esta charla me llevo un par de cervezas, sin embargo, digerirla me costará al menos una vida. No sé si es que a Jesús se le va taco la pelota o que sus dedos saben disfrutar de sutilezas que yo no alcanzo a percibir.

El caso es que la semana pasada fui a la presentación de su exposición: "La sonrisa naiara". Conociéndolo no me extrañó en absoluto la amalgama de cuerpos desnudos que colgaban de las paredes. Blanco sobre negro, en colores, pubis desaliñados, pezones como pétalos de rosas, cuerpos marcados por las braguitas y el sujetador recién quitados. Labios verticales y horizontales anhelando un beso. El espectro de la edad de las modelos era tan amplio como el de sus tallas de cintura... pero ahí estaban todas, radiantes y sensuales, pisoteando cualquier filtro producto de nuestros prejuicios modernitos.
Estuve toda la noche en la exposición saludando a viejos conocidos, compañeros de batalla y alguna que otra amiga de verdad. No quería irme de la sala sin la compañía de Jesús, sin escuchar alguna de sus nuevas historias. Quería preguntarle al oído por qué "La sonrisa naiara". Así que esperé a que todos se fueran, a que fuésemos de nuevo Pedro y Jesús.

Yo: ¿Qué es "La sonrisa naiara"?

Jesús: Uhmm... (con duda) La sonrisa naiara es un par de pinceladas rosas sobre una hermosa boca que me absorbe, es un par de argollas plateadas que asoman bajo el pelo suelto y ondulado...

Yo: (interesado y asintiendo con la cabeza escuchaba) ¿y es esa sonrisa la de alguna de los cuerpos de la exposición?

Jesús: No, ¿crees que si la tuviera en mi álbum llamaría así a la exposición? No conseguí capturar con mi cámara esos labios, más bien fueron ellos los que me pintaron a mí.