miércoles, 11 de febrero de 2009

El juego que tú me enseñaste

Recuerdo la primera vez que me lo contaste, estábamos sentados en una terraza bajo el cielo de febrero. La espuma de la cerveza y el albero amarillo maquillaban tus mejillas al sol. Te recuerdo tras tus gafas negras, casi escondida, mientras me decías cuánto te protegían esos cristales opacos de extraños y conocidos. A través de ellos los observabas, guarecida, sin la necesidad de concederles una sonrisa o un saludo al cruzaros en alguna esquina; evitando las situaciones incómodas de las frases falsas y vacías. Tras esas inmensas lentes que cubrían parte de tu cara fingías tu despiste y les ocultabas tu mirada, a ellos. Por aquel entonces, yo no estaba en el grupo de ellos, a mí no sólo me regalabas besos y caricias, sino que tus ojos rasgados me buscaban entre tus piernas.

Sabías que no me gustaba aquella actitud, y que las gafas de sol no me sentaban nada bien; pero tú, tozuda como nadie, me regalaste unos cristales oscuros tras los que esconderme. Al principio, siempre buscaba el saludo de los conocidos por la calle; me sentía inseguro tras las lentes, como si ellos pudieran ver a través, y se fueran a dar cuenta de que los evitaba. Con el tiempo fui aprendiendo a observar sin cambiar el gesto, a esperar sus intenciones antes de sonreírles. Como complemento de aquellas gafas me enseñaste la necesidad de ocultarme tras los cristales.

Ayer me crucé contigo, después de cinco años de que terminara lo nuestro. Te observé a través de las gafas que me regalaste, esperando junto al semáforo de la plaza de la Encarnación. Tú estabas justo en la esquina de enfrente, al final de la calle Laraña; también esperabas tras tus cristales negros al hombrecito de verde. Sé que al cruzarnos me miraste, pero tu sonrisa quedó agazapada esperando mi saludo y mis palabras atentas a tus gestos. Te diste cuenta que jugaba a lo mismo que tú, pero merecía la pena disimular tras los cristales con tal de evitar situaciones incómodas.

1 comentario:

Alejandro Bella dijo...

Alucinante, contando tu vida a traves de unas gafas de sol.

Besos Papa negro.